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“La ciencia se desarrolla a partir de la producción y aquellas formas sociales que se convierten en
obstáculos para las fuerzas productivas, se
convierten, a su vez, en obstáculos para la ciencia.
Los métodos auténticos para la transformación de la sociedad no pueden encontrarse, a través de la
inspiración brillante o de la intuición, ni a través de
una vuelta a «los buenos tiempos del pasado» que en la distante perspectiva histórica parecen ser un idilio de paz, pero que en realidad representaban la
amarga lucha de clases y la explotación de una clase por otra.”
Boris Hessen “Las raíces socioeconómicas de la
mecánica de Newton”.
La tormenta en las ciencias, las ciencias ante la tormenta: es posible
cambiar las relaciones de producción
Lev Jardón Barbolla
Agradezco a las y los compañeros zapatistas la posibilidad de participar en este encuentro a donde venimos a platicar sobre las ciencias y la tormenta, pero sobre todo venimos a aprender.
Desde textos anteriores y en las participaciones de este encuentro, los compañeros zapatistas han planteado una serie de cuestionamientos hacia la ciencias que se resumen en el impostergable interrogante zapatista de “¿y tu qué?”.
Reflexionamos sobre las ciencias y las posibilidades que en ellas hay en un momento de la historia en el que el capitalismo establece una guerra global y permanente en la que son destruidos a la par la naturaleza y la humanidad. Para hacer frente a esta crisis, nos han dicho ustedes compañeros zapatistas, será necesario echar mano de las artes y las ciencias. ¿Pero qué pasa con las ciencias en el capitalismo?
Comencemos reconociendo lo evidente: las ciencias son una actividad social y el conocimiento que a través de ellas se genera es un producto social. La noción de que existe una ciencia “pura”, aséptica y aislada de los problemas de la sociedad que la hace posible, no resiste la prueba de la realidad. Señalemos por ejemplo la tarde de octubre de 1838 Darwin leía “por entretenimiento” el Ensayo sobre la población de Malthus, o el hecho de que fue la expedición de un barco de la marina real inglesa, el Beagle el que le permitió recopilar la información que posteriormente uso para formular su teoría.
Para discutir el papel de las ciencias ante la tormenta se necesita abordar el problema de la de la tormenta en las ciencias. Parafraseando a Walter Benjamin antes de abordar el papel de las ciencias frente a las relaciones de producción de nuestra época, preguntémonos ¿Cuál es la posición de las ciencias dentro de las relaciones de producción? y ¿cómo se manifiestan estas relaciones de producción dentro de las ciencias? Porque abordando estos temas quizá podremos esbozar posibilidades para la actividad científica en la lucha contra la hidra.
I. La tormenta dentro de las ciencias
A grandes rasgos, la actividad científica aparece en la sociedad jugando un doble papel en el que al mismo tiempo cumple un papel explicativo, permitiendo comprender el mundo y por otra parte provee a la sociedad – o al menos a sus clases dominantes- de nuevos medios para transformar el mundo natural. Este doble papel se puede resumir en que en un momento determinado la actividad científica juega un papel ideológico dentro de las sociedades y al mismo tiempo aparece como una fuerza productiva social. En no pocas ocasiones las ciencias reproducen en su interior la ideología de los capitalistas, pero en esta intervención, me centraré en la base material de esa ideología.
Hace treinta años, dos de los biólogos conceptualmente más prolíficos de la segunda mitad del siglo XX planteaban hablaban de la existencia de diferentes planos en los que se da la mercantilización de las ciencias, al menos como tendencias: a) la investigación científica se vuelve un negocio de inversión; b) los científicos se vuelven “fuerza de trabajo científica”; c) el trabajo científico debe ser auto-producido y d) los insumos de capital para las ciencias se convierten en grandes industrias¹. Levins y Lewontin planteaban que estas transformaciones del trabajo científico estaban ligadas con el surgimiento de una ideología científica que promovía el individualismo, el elitismo, el pragmatismo y el reduccionismo, como valores importantes para la correcta actividad científica.
Mientras se conservan estos rasgos generales, propios de la relación capitalismo-ciencia, en la época actual, la tormenta capitalista extiende hasta límites antes insospechados su largo asalto sobre las ciencias, generando en medio nuevas vías a la acumulación capitalista en el corazón mismo del trabajo científico. Trataré de abordar cómo se presenta, en la época que los zapatistas han nombrado la IV Guerra mundial, en las ciencias la subordinación del trabajo de los científicos al capital, tanto en sus objetivos como en la forma en que se hace. Las características de esta guerra son claves para entender la forma en la que se toma por asalto a la ciencia, al menos a la ciencia de la biología.
Las ciencias nos dan medios para la transformación del mundo natural, es decir, las ciencias existen como parte de las fuerzas productivas sociales². Al formar parte del desarrollo de las fuerzas productivas sociales, la actividad científica se organiza de manera acorde a este desarrollo, el cual ocurre bajo un modo de producción específico.
Desde la ciencia que practico, la biología, puedo observar al menos cuatro tendencias en la transformación del trabajo científico, sé que no son las únicas, pero me parecen relevantes.
1) La producción de los bienes de capital científico como máquinas, microscopios, computadoras, robots, instrumentos de medición y experimentación se halla en manos del capital hasta el punto de convertirse en un negocio altamente concentrado.
Más allá de la ilusión lineal de que estos instrumentos son incorporados a una “acumulación neutral de conocimientos”, lo que ocurre es que el desarrollo de los instrumentos de trabajo de la actividad científica atrae a ésta hacia una esfera difícilmente neutra. Marx señaló que los medios de trabajo, en particular aquéllos que implican un mayor grado de sofisticación técnica, son también indicadores de las relaciones sociales bajo las cuales se efectúa el trabajo, por ello los llamaba el sistema óseo y muscular de la producción³. Los costos y complejidad de los bienes de capital de la producción de conocimiento científico aumentan conforme cambia la composición orgánica del capital científico, al hacerse cada vez más fácil producir más datos empleando menos científicos.
Como se va haciendo más difícil pagar y mantener en operación los equipos más caros se ha generado un mercado de servicios de generación de datos, particularmente en el caso de los datos genómicos que se exigen como criterio para ser considerados científicos a muchas ramas de la biología. Por este mercado de servicios de secuenciación masiva de ADN al cual recurren desde universidades hasta empresas biotecnológicas, fluyen miles millones dólares anuales. El trabajo científico que antes se hacia artesanalmente en el laboratorio ahora se hace en serie en centros de procesamiento, como una forma extrema de la maquilización del trabajo científico advertida por el EZLN hace 10 años. En paralelo ha ocurrido una concentración en las empresas que controlan la producción de las máquinas, de los bienes de capital científico: 4 compañías que también controlan la mayor parte de la producción de insumos científicos en biología molecular controlan la producción de tecnologías de secuenciación genética masiva, sobresaliendo Roche y Termo-Fisher, cada una con ventas anuales de decenas de miles de millones de dólares. La promesa de estos instrumentos que se pueden obtener datos más rápidamente, lo cual se ha convertido en un fin en sí mismo: un nuevo productivismo científico. ¿Es exagerado decir que quien orienta esta producción hoy es la sociedad del poder?
La mercantilización de instrumentos y servicios científicos trae consigo la obsolescencia permanente: cada año aparecen nuevos instrumentos que anuncian ser mejores que los anteriores. Podría pensarse que se trata de un resultado natural del desarrollo científico-técnico, guiado por la curiosidad y la búsqueda de ampliar el conocimiento. Pero hoy en día, incluso un artículo de la revista Nature Nanotechnology4 reconoce abiertamente el papel de la mercadotecnia en el éxito de las plataformas de secuenciación masiva adoptadas como tendencias por la investigación en biología. Estas tendencias tienden a dirigir los criterios editoriales de los medios por los que circula en forma mercantilizada el conocimiento científico: las publicaciones especializadas.
Al mismo tiempo plantea un problema al hacer fluir también a través de las ciencias una parte de la riqueza social hacia las grandes empresas que controlan la producción de los bienes de capital científico. Esto está originando una transformación en la estructura y forma del trabajo de los científicos lo que amplía el uso de las ciencias para aumentar la explotación y el despojo, esto es posible porque cada vez más los científicos se enfrentan al producto de su trabajo como algo ajeno.
Se hace necesario luchar por recuperar la capacidad de decidir en colectivo, qué preguntas queremos responder, por encima de la tecnología, en un momento histórico en que la acumulación capitalista amenaza con convertir los trabajadores científicos sirvientes de la maquinaria del propio aparato tecnocientífico capitalista.
2) La circulación mercantil del conocimiento científico ha formado un oligopolio de las publicaciones científicas. El conocimiento científico se da a conocer centralmente en la forma de libros y artículos, que son producidos por los trabajadores científicos de distintas partes del mundo para luego ser enviados a estas revistas o casas editoriales. El prestigio de una revista aumenta mientras más artículos rechaza y luego, los artículos que son aceptados son publicados, en muchos casos después cobrar a los investigadores por publicarlos. Pero para acceder a esas ediciones, en papel o en línea, las universidades donde se produjeron esos artículos deben gastar millones de dólares al año en suscripciones a estas revistas. Una parte enorme del conocimiento científico circula hace ya tiempo, en la forma de mercancías, producto social del trabajo de los científicos.
Sólo el 12% de las revistas científicas son de acceso abierto y aún entre estas revistas, una gran parte compensa la ausencia de ingresos por suscripción con el cobro de cuotas inusualmente altas a los autores. Resulta curioso un sistema de producción en el que quien produce el conocimiento debe pagar, directa o indirectamente, por publicarlo y en el otro extremo un conjunto de empresas editoriales se enriquece, pues son sus revistas que gozan del llamado “factor de impacto”.
Según una investigación reciente5 (Larivere et al., 2015) el 50 % de los artículos publicados en las diferentes disciplinas aparecen en las revistas académicas controladas por cinco grandes corporaciones: Reed-Elsevier (hoy RELX), Springer-Nature, Wiley-Blackwell, Taylor & Francis, y SAGE Publications; en campos como la química el 70% de los artículos científicos son publicados en revistas de estos grupos. Y sí posible y necesario hackear y distribuir los contenidos de estos medios, pero parece que será cada vez será más necesario contar con medios de circulación propios, de otra naturaleza.
3) La precarización, tercerización y eventualidad del trabajo científico son tendencias que se acentúan. Al acentuarse, disminuye el control efectivo que una parte significativa de los dueños de la fuerza de trabajo científica tienen sobre los proyectos que realizan. Es decir, se extiende la dinámica del trabajo enajenado6 , realizado como trabajo por destajo.
En los últimos 30 años el número de científicos contratados temporalmente como posdoctorados en los campos de las ciencias en los EUA se triplicó y el tiempo promedio que los investigadores pasan sin estabilidad en el empleo se duplicó, la tendencia es similar en otros países del mundo. La figura del investigador posdoctoral, que en la época Estado Benefactor servía como medio para adquirir experiencia y conocimientos o establecer redes de colaboración, se convirtió en un paliativo –costoso- para la escasez creciente de empleo para la fuerza de trabajo científica.
El paliativo es costoso, porque una parte grande de los científicos ya formados debe trabajar durante varios años en proyectos de investigación sobre los tienen todavía menos control. Esto ha implicado también un cambio en la distribución de os trabajadores científicos, pues los posdoctorados que llegan del exterior a los países de Europa o a EU son en muchos casos, migrantes temporales de AL, África, China o la India. Y están los científicos contratados por proyecto, que en casos como el del área de Investigación en Recursos del Mar del Cinvestav en Mérida, Yucatán llegan a ser la cuarta parte de los investigadores contratados, sin contar los llamados “auxiliares de investigación”, quienes hacen junto a los estudiantes de posgrado, el grueso del trabajo manual que aún se requiere para la investigación científica.
Entre 2000 y 2013 se graduaron en México 17328 estudiantes de doctorado en las ciencias naturales y formales, en el mismo periodo solo fueron contratados 7693 nuevos investigadores7. Los restantes casi 10,000, mayoritariamente mujeres, engrosaron una especie de ejército científico de reserva y los programas paliativos como las cátedras de CONACyT sólo logran dar cabida una fracción pequeña de ellos, a cambio de una situación laboral esquizofrénica en la que en una misma universidad pueden existir dos patrones. En palabras de Carlos o Carla Marx: La producción capitalista es siempre, pese a su tacañería, una dilapidadora en lo que se refiere al material humano8.
Desde la revista Nature hasta los foros en congresos científicos, se habla hoy de que existe una “sobre oferta” de fuerza de trabajo científica9. Este es otro síntoma de la tormenta dentro de las ciencias.
4) El problema del financiamiento a la investigación científica no solo es un problema de cuanto dinero se destina a la ciencia (su magnitud escalar), producto de que cada vez hay menos recursos públicos destinados a ella. Tiene que ver con un cambio en la relación entre el capital y la ciencia en la que éste tiende a prescindir de o a refuncionalizar la mediación del Estado como vía para dirigir la investigación científica. El problema ético de qué parte del mundo estudiamos cuando usamos el pedazo del producto social que sostiene la actividad científica, antecede a ésta etapa del capitalismo. Pero este problema se desborda cuando alrededor del mundo se promueve el incremento del financiamiento privado a la investigación y cuando se exige a los trabajadores científicos, de instituciones públicas o privadas, que lleven dinero a las universidades, sea mediante patentes, sea mediante financiamientos externos. La labor ya no es sólo competir, fragmentados por publicar más artículos, sino por conseguir dinero planteando preguntas atractivas a las posibles fuentes de financiamiento y ello se ha incorporado como criterio a la cuantificación del trabajo a destajo que realizan los científicos. Por eso resulta tan atractivo para el pequeño sector de científicos que puede hacerlo, el volverse científicos-empresarios de la tecnociencia.
A través del financiamiento a la investigación, las empresas capitalistas se van haciendo con el control de investigaciones científicas al tiempo que se ahorran costos, pues el trabajo de investigadores y estudiantes, así como las instalaciones, los ponen las universidades, cada vez más subordinadas en una la relación proveedor-cliente. La libertad de investigación, siempre limitada y relativa en la época del Estado-Benefactor, es mordida hoy por la hidra.
En México, en medio de una política de contención salarial por la vía el SNI, otra vuelta de tuerca se da cuando la nueva Ley Federal de Ciencia y Tecnología hace legal la existencia de asociaciones público-privadas entre las universidades y las empresas para realizar investigaciones con el objetivo de generar… ganancias.
¿Qué hacer ante esto? Una posibilidad es añorar al Estado Benefactor, cuando una parte de la riqueza por los trabajadores del campo y de la ciudad se invertía en investigación científica a través de los subsidios públicos y esto hacía posible una cierta autonomía de investigación. Pero si es verdad que ese viejo Estado-Nación ya no existe y que las bases materiales que le daban sustento han sido destruidas por el capitalismo, entonces esta añoranza no nos llevará muy lejos. Pero además hay otro problema: como científicos trabajamos, sea en instituciones públicas, sea en instituciones privadas, usando parte de la riqueza social que producen todos los trabajadores del campo y la ciudad. Lo interesante sería imaginar formas en que la gente pueda decidir desde el principio en qué se usa el producto del trabajo colectivo y en ese camino se apropie, desde la producción, del conocimiento científico; esta sería la verdadera democratización de las ciencias: ampliar la formación científica. En este terreno (como en tantos otros) hay mucho que aprender de los compañeros zapatistas.
II. Las ciencias ante la tormenta
El capitalismo busca dominar la actividad científica en todos los terrenos y al mismo tiempo trata a las ciencias como a cualquier otra industria dedicada a la producción de mercancías, y ejerce de manera creciente su poder sobre ellas, decidiendo a quién se le permite hacer ciencia, cuales son los medios respetables para hacerlo, intentando controlar las preguntas que se pueden plantear y mediante la resonancia mediática, que teorías reciben atención y quienes quedan fuera del aparato tecnocientífico. Pero estas tendencias de la vida académica -de la superestructura del trabajo científico, si se quiere- no deben confundirse con el sentido que debe tener el conocimiento científico, capaz de describir, explicar y transformar el mundo. En todo caso deberían servir para poner en el centro el problema de en función de qué intereses queremos conocer y transformar el mundo.
Las tormenta dentro de las ciencias está sucediendo en un momento en el que la crisis estructural del capitalismo, crisis hacia la que el capitalismo se precipita en la forma de la guerra contra la humanidad, trae consigo entre otras cosas una crisis socioambiental sin precedentes, una verdadera fractura de los ciclos biogeoquímicos.
Por eso se hace necesario defender y cultivar las ciencias y el estudio riguroso del mundo material. Si como hemos señalado, las ciencias forman parte de las fuerzas productivas sociales, podemos entender un rasgo común al capitalismo que se hace presente en esta nueva etapa. Marx describió como en sus momentos de crisis el capitalismo limita y destruye el desarrollo de las fuerzas productivas sociales y esta es una crisis como ninguna otra.
Baste mirar el peligro que representa la pérdida de diversidad biológica en las plantas cultivadas debida la aplicación generalizada del modelo tecnológico agroindustrial acorde al capitalismo. Sin la diversidad de plantas cultivadas y sin el conocimiento científico de esa diversidad será más difícil resistir al calentamiento planetario, las nuevas plagas y la contaminación ocasionada por el propio capitalismo. En este contexto, la humanidad requerirá contar no sólo con suficiente diversidad en los campos de cultivo sino con conocimiento científico respecto a los factores genéticos, ecológicos, del desarrollo involucrados en el surgimiento y mantenimiento de esa diversidad. Por eso la salida no está en renunciar a las ciencias o al conocimiento que estas han generado, sino en recuperar el control colectivo del desarrollo de las fuerzas productivas, incluyendo a las ciencias. La respuesta no está en abandonar las ciencias en pos del pensamiento mágico o la charlatanería de las pseudociencias, tampoco en negar lo que somos como científicos, ni en destruir las fuerzas productivas en un afán ludita, para eso el capitalismo se basta y sobra.
Creo que sigue siendo verdad la afirmación de Engels en la Dialéctica de la Naturaleza, “hasta ahora se ha alardeado mucho de lo que la producción le debe a la ciencia, pero es infinitamente más lo quela ciencia le debe a la producción”. Esto tiene una consecuencia material y política: no podremos modificar la forma en que se hacen las ciencias sin modificar las relaciones de producción, y ello implica recuperar también la propiedad sobre los medios de producción, circulación y consumo del conocimiento científico.
Hoy el capitalismo exacerba el carácter antidemocrático de la asignación de riqueza social a la actividad científica, imponiendo áreas y programas de investigación. Si la superestructura académica de las ciencias está entrando en una crisis, entonces se necesita otra cosa. Es necesario recuperar la propiedad sobre el producto nuestro trabajo, pero mientras logramos eso las y los compañeros zapatistas han abierto la posibilidad de que aprendamos de los pueblos y comunidades que ya han avanzado más en ese proceso. En medio de la crisis los compañeros nos brindan el mejor espacio para construir.
III. Tres hipótesis por ser probadas, confrontándolas con la realidad.
1) Para detener las tendencias por las que el capitalismo subordina a las ciencias no basta con reformar las ciencias, no basta tampoco con humanizar por la vía tecnocientífica la maquinaria de destrucción, se necesita luchar contra el sistema que pone en peligro la existencia la humanidad, incluidas las ciencias y sus campos de estudio.
2) La transformación de las ciencias requiere que estas tengan otros interlocutores, que miren, escuchen y hablen hacia otros lados, hacia los que se ha excluido de las ciencias. Esto ayudaría a superar el aislamiento de las cajas en las que la hidra nos ha puesto antes de devorarnos. Creo que el espacio que han abierto los compañeros zapatistas permite que, de la interrelación entre las artes, las ciencias, los pueblos originarios y los sótanos del mundo surja la henchida torrentera de la que hablaba Neruda, aquélla que ayude a nacer los cambios necesarios a los científicos y a los pueblos. La tarea de transformar las ciencias es la tarea de transformar la sociedad, por eso implica no sólo a los científicos y por eso la transformación de la sociedad necesita de las ciencias.
3) Como parte de proceso, la ciencia y sus sujetos, los científicos se hará más libre, en colectivo, la lucha por la libertad de investigación dejará de ser una lucha individual. La ciencia perderá entonces el carácter estamental dentro de la sociedad que ha limitado su desarrollo hasta hoy. No lo sé, pero imagino esta interlocución no como la mera extensión del conocimiento científico, sino como el ejercicio de formación en el pensamiento científico, en la capacidad de abordar y resolver problemas científicamente, en la colectivización de la producción de conocimiento científico. Esta posibilidad vale la pena porque permitirá generar mejor conocimiento riguroso sobre la naturaleza. Al mismo tiempo nos permitirá ejercer una práctica científica menos enajenada, más cercana a los demás científicos y sobre todo, a los pueblos originarios y a los sótanos del mundo que la hacen posible. Si se me permite el exceso, una
asociación de productores libres, sería también una asociación de productores de conocimiento científico, es decir todos podrían participar de su producción y de su apropiación.
La pertinencia del reto y del llamado zapatista no podría ser mayor. Porque no es posible hacer éticamente ciencia hoy, sin cuestionarnos por qué hacemos las cosas del modo que las hacemos, por qué nuestro conocimiento adquiere la forma de mercancía, por qué no todos tienen acceso a él. En última instancia, lo que está en juego no es solo la posibilidad de que nuestra actividad, la científica, pueda seguir existiendo, sino que incluso está en riesgo la continuidad de la vida humana sobre este planeta.
Es necesario luchar, es necesario organizarse, es necesario y posible cambiar las relaciones de producción. Es posible y necesario derrotar a la hidra. Y así podremos seguir preguntando por qué existen espinas en el tallo de una flor o por qué algunas plantas tienen las hojas con el borde aserrado, solo que entonces lo haremos mejor, en colectivo.
Notas.
1Levins R & Lewontin R. The commoditization of science. En: The dialectical biologist. Harvard University Pres, 1985.
2Rose H & Rose S, 1979. Economía política de la ciencia. México, Editorial Nueva Imagen, pág. 30.
3“Los medios de trabajo no son sólo escalas graduadadas que señalan el desarrollo alcanzado por la fuerza de trabajo humana, sino también indicadores de las relaciones sociales bajo las cuales se efectúa ese trabajo. Entre los medios de trabajo mismos, aquéllos cuya índole es mecánica y a cuyo conjunto se puede denominar el sistema óseo y muscular de la producción, revelan características mucho más definitorias de una época de producción social que los medios de trabajo que sólo sirven como recipientes del objeto de trabajo –por ejemplo toneles, tubos, cestos, jarras, etc.- y los que podríamos llamar en su conjunto sistema vascular de la producción.”
4Coombs A. 2006. The sequencing shakeup. Nature Biotechnology 26: 1109-1112
5Larivère V, Haustein S, Mongeon P. The oligopoly of academic publishers in the digital era. PLoS ONE
2015,10(6):e0127502. Disponible en: http://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0127502.
6“ Recapitulando, el científico como trabajador no tiene control sobre la agenda de su campo, tampoco tiene control sobre cómo se distribuyen los productos de su esfuerzo, no controla los precios, a veces ni sabe el propósito de su investigación. El jefe de investigación puede decir: “Oye, encuéntrame una manera de separar la molécula 1 de la molécula 2”, y el científico no tiene que saber para qué, qué van a hacer con estas moléculas”. Levins R. Una pierna adentro, una pierna afuera. México: CopIt-arXives, 2015. p. 19.
7Red Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología: http://www.ricyt.org/indicadores
8En Estados Unidos, país que ingenuamente es usado como modelo de lo que deber ser de la investigación científica, en los últimos 30 años la tasa de formación de doctores en ciencias creció a un ritmo del 7% anual, mientras que la apertura de nuevas plazas de investigación creció a un ritmo de 3%.
9 http://www.nature.com/news/how-to-build-a-better-phd-1.18905