Dr. Marco Antonio Sánchez Ramos: «Sísifo y la Ciencia»

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SÍSIFO Y LA CIENCIA
Marco Antonio Sánchez Ramos
Universidad Autónoma de Querétaro

La Ciencia no es sinónimo de progreso ni de desarrollo económico, la Ciencia tiene la sencilla, pero importantísima misión de generar conocimiento para poder comprender el mundo y a nosotros mismos. Comprender lo que queramos, lo que nos parezca interesante o bello; el salto de un electrón dentro de un átomo, el surgimiento de las estrellas, la acción de los polinizadores o la evolución de la conciencia humana. Para alcanzar ese objetivo la Ciencia debe hacerse en libertad, con libertad y para la libertad, esto es, sin obstáculos, sin directrices y para todos.

Pero cómo llegar a este ideal de ciencia si el apoyo e interés por desarrollarla en nuestro país son tan escasos; cómo entender la libertad si los mismos científicos guían o justifican sus investigaciones sobre bases económicas y de mercado; y cómo ser parte de una sociedad libre si la mayoría no tenemos acceso al conocimiento científico o no somos formados para pensar con escepticismo, para desarrollar el razonamiento crítico o para actuar con creatividad. En estas condiciones, aquellos que defienden los principios de la Ciencia, no tienen que subir una roca hasta la cima de un cerro como lo hacía Sísifo, qué va, ahora son al menos tres y bastante pesadas.

La primera roca es la falta de conocimiento de lo que es y lo que no es la Ciencia, lo que ha derivado en un sinfín de confusiones, falsas expectativas, escasa planeación y un pobre desarrollo del pensamiento científico entre nuestros niños y jóvenes. Tenemos organismos internacionales como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que, aun sin entender la diferencia entre Ciencia y Tecnología, dictan las prioridades en la investigación científica y nos someten a reformas educativas que le restan importancia al desarrollo del pensamiento científico en todos los niveles educativos. La Ciencia se está sujetando ahora al trinomio Ciencia-Tecnología-Innovación, con lo que se está favoreciendo a aquella investigación que genere frutos tecnológicos y que incida directamente en la colocación de productos y servicios en el mercado; mientras que la educación está generando técnicos que estarán al servicio de los mismos empresarios y comerciantes que se apropiaron y tergiversaron el concepto de innovación, cuando antes significaba rebeldía, herejía y oposición al status quo.

La segunda roca que deben empujar los actuales Sísifos, defensores de los principios de la Ciencia está asociada, paradójicamente, a los mismos científicos, quienes han cedido terreno ante la visión de progreso y desarrollo económico asociada con la Ciencia. Dos ejemplos ilustran este hecho: uno es la adopción del concepto aberrante de desarrollo sustentable o sostenible, con el cual se pretende dar una base científica a la supuesta sustentabilidad de los ecosistemas para un desarrollo económico imparable que, por definición es insostenible; y otro que se relaciona con el cambio climático global, el cual ya está “científicamente comprobado” que se debe a la actividad humana, como si no se pudiera distinguir entre la actividad que hace una comunidad en la selva Lacandona y la que hacen las grandes empresas transnacionales, que contaminan nuestro aire, nuestra agua y nuestra tierra.

Si tan solo se dijera que la actividad humana asociada al modelo económico imperante es la responsable de los problemas de contaminación, los científicos podrían delimitar el alcance de la Ciencia y decir, sencillamente, que ésta sólo nos permite comprender los mecanismos que hacen posible el cambio climático, pero la resolución del problema queda en el ámbito de un modelo económico que destruye nuestras selvas y nuestras vidas y, por si fuera poco, nos reparte la culpa de sus acciones.

La tercera roca pertenece al terreno de la enseñanza y divulgación de la Ciencia, actividad despreciada por los investigadores, tímidamente apoyada por el Estado y desperdiciada por profesores y comunicadores de la ciencia, quienes se dedican a ofrecer datos maravillosos e historias de héroes y mártires de la ciencia, pero con poca aproximación al desarrollo del pensamiento científico en los estudiantes o en cualquier miembro de nuestra sociedad. A los comunicadores de la Ciencia les corresponde la labor de artesanos textileros, promotores de redes de comunicación entre los centros generadores de conocimiento científico y la gente que lo necesita, lo usa o simplemente lo disfruta, con el fin de contar con ciudadanos participativos, críticos, creativos, apasionados por conocer y comprender el mundo que les rodea.

Estos artesanos tienen la responsabilidad de hacer comprender a los que legislan, producen, comercian, gobiernan o educan, la importancia de la Ciencia como generadora de conocimiento y promotora del pensamiento crítico, para que cada quien, dentro de su ámbito de competencia y sus posibilidades creativas pueda usar y aplicar ese conocimiento.

La actividad científica está cumpliendo con su propósito de generar conocimiento para la comprensión de nuestro entorno, ahora falta que la comunidad de científicos defiendan los principios de la Ciencia y no asuman por completo la responsabilidad de resolver “los grandes problemas nacionales”, porque esto también le corresponde a los gobernantes, empresarios y educadores, entre otros. Es necesario que defiendan con pasión sus proyectos de investigación por el simple hecho de generar conocimiento y no necesariamente por su aplicación, porque cada idea, cada proyecto y cada conocimiento científico tiene un potencial que podrá ser expresado en esa gran red de comunicación que tanto necesitamos construir. Eventualmente, como toda buena red de interacción, surgirán propiedades emergentes, elementos creativos, maravillas inesperadas que serán atrapadas por los mismos investigadores para ampliar su conocimiento o por cualquier otro miembro de la sociedad para rendir frutos creativos y aplicaciones útiles para la vida cotidiana.
Y qué falta hace que surja entre los políticos alguien que sepa encontrar, leer y entender la información científica, que pueda relacionar e integrar diferentes proyectos de investigación, que tenga la capacidad creativa para establecer planes de desarrollo para resolver problemas de cualquier tipo, con base en el conocimiento científico y que tenga la habilidad de interlocución para que reúna a diferentes sectores de la sociedad para trabajar en conjunto. Bueno, quizá eso es soñar demasiado

Qué falta nos hace que surja un grupo de empresarios que sustituya a los comerciantes que solo les interesa vender cualquier producto o servicio; un empresario que conozca el potencial de la actividad científica y la necesidad de invertir y no solo de apropiarse del conocimiento como lo impulsa la OCDE; un empresario que genere tecnología propia, que forme grupos con los sectores gubernamentales, científicos y sociales para impulsar una economía basada en el conocimiento de los procesos naturales involucrados; empresarios innovadores que, sí, obtengan ganancias pero no a costa del deterioro de nuestro ambiente. ¿será otro sueño guajiro?

Qué falta nos hace contar con ciudadanos escépticos, críticos, analíticos y creativos, que tengan una cultura científica básica y que participen en las decisiones importantes en sus comunidades, ciudadanos que le exijan a las autoridades de nuestro país que con sus planes y acciones le den lustre a la palabra Autoridad, no la que asociamos con ejercer el mando o lo que nos imponen, sino con aquello que nos hace crecer, que nos permite decidir sobre nuestras vidas y nuestras acciones, la que nos hace crecer en libertad.

Qué falta nos hace un profesor que nos enseñe a vivir así, sin andar agachados, sin una piedra encima.

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