Dra. Martha Patricia Mora Flores: «Dos formas de mirar a la Naturaleza: La del patriarcado con su lente capitalista y la mirada muy otra de los pueblos»

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DOS FORMAS DE MIRAR A LA NATURALEZA: LA DEL PATRIARCADO CON SU LENTE CAPITALISTA Y LA MIRADA MUY OTRA DE LOS PUEBLOS

En esta presentación se visibilizarán los vínculos entre la Ecología y el Patriarcado, también se explicará brevemente como esta ciencia sirve a los intereses del capitalismo. Por otra parte, se argumentará que existe otra forma de hacer ciencia, que tiene que ver con el mantenimiento de la vida, con respeto al mundo natural (incluida la humanidad) y para el bien común; ésta tiene sus cimientos en el conocimiento ancestral no occidental. D2

La naturaleza según el Patriarcado. D3

El dominio de la naturaleza se convirtió en una de las obsesiones del sistema patriarcal, no solo era cuestión de ser parte de ella, había que domesticarla. En la fundación y consolidación del Patriarcado fueron inventados diversos mitos religiosos para justificar que la naturaleza y la mujer están para el servicio y goce del hombre, ya que según éste, solo “él” representa la imagen del “creador”. D4

En el siglo XVIII, la religión ya no es suficiente para explicar el orden del “mundo” patriarcal, está en pleno el sistema capitalista y la sociedad burguesa europea ve con verdadero entusiasmo las novedosas ideas de la ciencia. El avance del pensamiento científico es inminente y se vuelven populares determinadas teorías científicas. Quiero puntualizar la importancia de conocer la religión y nacionalidad de los científicos mencionados aquí, es fundamental para este análisis, pues como señala muy bien Claudia von Werlhof el Cristianismo y el sistema capitalista son lo mismo: el Patriarcado.

En los albores del siglo XIX el economista inglés Thomas Malthus y que es un pastor anglicano, publica el libro: “Ensayo sobre el principio de la población” donde sostiene que los pobres “tienden a reproducirse sin control” poniendo en peligro la disponibilidad de los recursos naturales porque estos son limitados. Aunque existen suficientes trabajos que demuestran la falta de objetividad de los planteamientos reduccionistas de Malthus se siguen utilizando para explicar el concepto de escasez de los recursos.

Son las teorías propuestas por el naturalista inglés y también pastor anglicano Charles Darwin las que fortalecen desde la “racionalidad” a la sociedad patriarcal capitalista de su tiempo con los siguientes argumentos: 1) que el hombre blanco europeo se encuentra en la cúspide de la evolución por eso, ha conquistado el mundo; 2) las otras razas son inferiores en la escala evolutiva, por lo tanto merecen el dominio y la extinción; 3) el hombre puede disponer a su antojo de las otras especies ya que son inferiores; y 4) que las mujeres por su naturaleza femenina son más parecidas a las “razas inferiores”; es decir son débiles, tontas y solo están para procrear y obedecer al hombre (recordemos la anécdota de la niña defensa zapatista, Pedrito y la carencia). Sus dos libros: “Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural o el mantenimiento de las razas favorecidas en la lucha por la existencia” y “El origen del hombre” se convierten rápidamente en betsellers.

Darwin jerarquiza incluso a la población humana europea, al afirmar que la caída del imperio griego fue debido a un exceso de “sensualismo”, resultado de mezclarse con africanos y asiáticos; o sea, que hasta hay de blancos a blancos. También surge la eugenesia inspirada en las ideas darwinianas, que consiste en la mejora de los rasgos hereditarios humanos mediante diversas formas de intervención manipulada y métodos selectivos de humanos; tomado del libro “El origen del hombre” cito: “llegará un día por cierto no muy distante en que las razas humanas no civilizadas se habrán exterminado y reemplazado”. Hitler utilizó esto para justificar el genocidio durante la segunda guerra mundial y más recientemente el nuevo presidente misógino Donald Trump arremete contra las mexicanas y mexicanos en su campaña por la presidencia de Estados Unidos.

Vale la pena mencionar también que un hijo de Darwin fue presidente del club de eugenesia y que junto con miembros del club X fundaron una de las más importantes revistas científicas de la actualidad llamada Nature (Naturaleza).

Las leyes de la herencia del clérigo Mendel robustecen el Darwinismo, a mediados del siglo XX se descubren los genes como portadores de la información hereditaria y el biólogo Richard Dawkin basado en la teoría darwiniana nos dice que en esencia el gen es egoísta (“El gen egoísta: las bases biológicas de nuestra conducta”). Aparece la idea del determinismo genético, es decir hay individuos triunfadores o perdedores (así de simple). Ahora sabemos que no sólo los genes influyen en la genética, sino que también lo hace el medio ambiente gracias a la teoría de la Epigenía, que fue ampliamente explicada en este mismo encuentro.

Quiero destacar que ya en el siglo XVIII el naturalista y caballero francés Jean Baptiste de Monet más conocido como Lamarck hablaba acerca de la herencia de los caracteres adquiridos en los organismos, teoría que fue desechada al publicarse los libros de Darwin; sin embargo gracias a los recientes descubrimientos de la Epigenética nos damos cuenta que Lamarck no estaba tan errado.

Es el naturalista y filósofo alemán Ernst Haeckel quien utiliza por primera vez la palabra Ecología en su trabajo “Morfología general del organismo” y aunque fue un defensor de la selección natural también estuvo de acuerdo con muchas de las ideas de Lamarck.

En esta etapa histórica incluimos las reflexiones que Marx hizo acerca del deterioro del ambiente y la desaparición de los bosques ingleses resultado de los modos de producción capitalista, y las de Federico Engels que en su “Dialéctica de la Naturaleza” nos plantea que “el ser humano es aquella parte de la naturaleza donde la naturaleza cobra conciencia de sí misma”.

En Rusia, el naturalista y anarquista Piotr Kropotkin escribe acerca de la relación de los organismos y el medio ambiente en un libro titulado “El apoyo mutuo, un factor de la evolución”, pues a diferencia de Darwin, Kropotkin argumenta que el apoyo mutuo entre las especies es el pilar de la vida; además señala que la naturaleza es no-jerárquica y anárquica al autorregularse a sí misma (planteamientos realmente peligrosos para el patriarcado). Es a principios de este siglo que las ideas de este científico cobran vigencia cuando Lynn Margulis publica los resultados de su investigación sobre el origen de la vida y de la biodiversidad, y en co-autoría con James Lovelock propone la Teoría de Gaia; pero como es una mujer sus publicaciones son subestimadas en el medio científico.

Quisiera mencionar por último las ideas del norteamericano nacido en el Bronx, N.Y. Murray Bookchin que en su vasta obra científica vincula estrechamente el mundo social y político con la naturaleza, cuestionando las relaciones jerárquicas al considerarlas como una grave amenaza para la dinámica integración de la diversidad. Bookchin no solo fue un científico también fue un importante activista político que criticó ferozmente al capitalismo y a la izquierda autoritaria de su tiempo. En su obra “Ecología de la Libertad” considera que es imprescindible una sociedad libertaria para llevar a la práctica los principios ecológicos. Sus ideas han inspirado la liberación y autonomía del pueblo kurdo en la guerra cruenta que está protagonizándose en este momento en Siria.

El lente capitalista: la tragedia de los comunes, el tratado de Paris y un gato encerrado.

Y bien apenas nace la Ecología como disciplina científica y se convierte casi inmediatamente en una cabeza de la hidra como analizaremos a continuación:

A partir del siglo XX aparecen cada vez más sociedades de ecólogos, en su mayoría integradas por hombres blancos occidentales que influyen en los rumbos del quehacer científico internacional. Las principales revistas científicas en este campo se editan en Inglaterra y Estados Unidos, Nature se considera la más importante, estas cobran por el derecho de publicar y de ser consultadas.

En 1948, se crea la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y sus Recursos Naturales (UICN) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Se funda la World Wildlife Foundation (WWF), así como organizaciones no gubernamentales dedicadas a la conservación como Pronatura y Greenpeace. A partir de ahí un staff de “expertos” nos dirán que hacer para “salvar” y “conservar” a los ecosistemas.

En 1968 (¿pura coincidencia ante los movimientos sociales de la época?) aparece una publicación cuya autoría es del norteamericano Garret Hardin miembro de la sociedad de Eugenesía y que es aceptada rápidamente por la comunidad científica, el título es muy elocuente: “La tragedia de los comunes. Los problemas de la población no tienen solución técnica; esto requiere una extensión fundamental en moralidad”, en este artículo se concluye que “el común” por su naturaleza salvaje, inmoral e ignorante (que generalmente son las razas inferiores) arrasa y destruye cual plaga los ecosistemas, por lo que es deber y prioridad moral del “sabio calificado” administrar urgentemente los recursos, de lo contrario se extinguirán y el destino nos alcanzará.

En 1988 se crea el Convenio sobre la Diversidad Biológica de Naciones Unidas (COP) con el argumento de que la degradación del medioambiente es insostenible y es urgente «la necesidad de compartir los costos y los beneficios entre los países desarrollados y los países en desarrollo». Se empiezan a escuchar palabras en el argot científico y político: economización de la naturaleza, capital natural y sustentabilidad. En pocas palabras se crea un aparato burocrático internacional para “administrar” la naturaleza de los países subdesarrollados que todavía cuentan con una amplia diversidad de ecosistemas bajo la dirección de los países “desarrollados” (estos últimos con prácticamente agotados sus bienes naturales, contrariamente a lo que argumentó el “moralino” Hardin).

La realidad es que a pesar de la supuesta “tragedia” que estaba enfrentando la naturaleza, se registra en el inventario mundial un número significativo de ecosistemas en buen estado de conservación, así como una gran diversidad de especies y muchas más aún por describir. Se identifican 17 países como megadiversos, que albergan más del 70 % de la biodiversidad total y que se encuentran ubicados en América, África y el sureste asiático principalmente en territorios de los llamados países en desarrollo. México es uno de esos países y surge entonces la comisión nacional para el conocimiento y uso de la biodiversidad (CONABIO) y la Comisión Nacional de Áreas protegidas (CONANP). Surge un sistema nacional de información sobre Biodiversidad (SNIB), que es un inventario detallado de las especies, la CONABIO publica “El capital natural de México” donde se reconoce que la mayoría de los ecosistemas se encuentran en territorios propiedad de comunidades indígenas y rurales.

El tema del cambio climático (CC) ya se discutía desde los setentas, sin embargo duró varias décadas dicho debate principalmente entre ecólogos y economistas. Es ante las pruebas irrefutables del incremento de la temperatura ambiental y la crisis de energéticos que se reconoce el grave problema, bueno excepto para Trump; el cambio climático es un hecho evidente pero la forma en que se pretende resolver tiene un “gato encerrado”.

Aparece en la revista Nature el artículo “El valor de los servicios ecosistémicos y el capital natural del mundo” y que tiene como primer autor a un ingeniero y economista. Constanza y colaboradores son muy citados en la literatura científica (16,149 veces hasta el momento que escribí este documento). La naturaleza se convierte en una mercancía más, entonces los ecólogos del patriarcado dedican sus esfuerzos a ponerle precio a los ecosistemas, argumentando que es la única solución para conservarlos, y por supuesto surge la idea del pago por servicios ambientales

Estamos en pleno apogeo de la etapa neoliberal por lo que el calentamiento del planeta, la desaparición de los glaciares y el incremento del nivel medio del mar también se incorporan al mercado. Se reconoce al fin el cambio climático por El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) y Al Gore emprende la supuesta “noble cruzada” de difundirlo, se convierte este grave problema en una gran oportunidad para los negocios. El bióxido de carbono se puede especular en la bolsa de valores y las empresas intercambian bonos; las emisiones de dicho gas se pueden medir, nada más es cuestión de sumar y restar.

México, es de los países que más han firmado tratados internacionales que tienen que ver con el medio ambiente (unas fuentes señalan 69, otras 77) y las áreas naturales protegidas (ANP) se van incrementando sustancialmente hasta alcanzar 25 millones de hectáreas (en los ámbitos continental y marino). A esta cifra le adicionamos los 5.7 millones más, recién decretados en la pasada reunión de Biodiversidad COP21, celebrada en Cancún. Como los territorios son habitados principalmente por pueblos indígenas, campesinos y pescadores, estos se ven afectados en sus formas tradicionales de vivir; ya que muchas de las especies quedan protegidas y ya no pueden disponer de ellas.

En el marco del modelo neoliberal las leyes en nuestro país cambian después del Tratado de Libre Comercio, se hace la reforma al artículo 27 constitucional, se legisla en materia ambiental y aparece las categorías de las especies en peligro de extinción (NOM-059); se crea la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología que posteriormente pasaría a ser SEMARNAP y luego SEMARNAT. Se fomentan los cambios jurídicos de propiedad de la tierra a través del programa de certificación de derechos ejidales y titulación de solares (PROCEDE) y el fondo de apoyos para núcleos agrarios sin regularizar (FANAR). Se promueve intensamente que las comunidades se conviertan en empresarias de los bienes naturales y cambien la tenencia de la tierra; la propiedad comunal se considera un peligro sociopolítico y una limitación para el desarrollo económico propuesto por el gobierno. ¿Recuerdan la tragedia de los comunes? En el actual gobierno y en el marco de la COP21 se propone una gendarmería ambiental justificando que es para el resguardo de la biodiversidad.

La investigación científica referida a la Ecología se dirige desde el gobierno a través de las fuentes de financiamiento principalmente del CONACYT, este organismo burocrático ha priorizado cada vez más la investigación que beneficie a la empresa privada siguiendo las recomendaciones de la ONU, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Mundial, por lo que nos convertimos en maquiladores de la ciencia de arriba. Muchos investigadores se dedican actualmente a acumular puntos y recibir las dadivas del sistema, hasta los estudiantes son mercancía. Al crearse el sistema nacional de investigadores (SNI) del CONACYT se fomenta la jerarquización del gremio académico y científico, pues para pertenecer a este selecto grupo y tener financiamiento de proyectos, hay que tener el grado de doctor, publicar en las revistas internacionales de más alto impacto y ser multicitado a nivel internacional. Además, recientemente la investigación ha entrado en el outsourcing a través de la creación de plazas llamadas cátedras CONACYT.

En la actualidad la investigación que se hace en México no se refleja en beneficios para los de abajo, he escuchado cada vez más frecuentemente en comunidades oaxaqueñas que están cansados de las falsas promesas de la ciencia; se ve con recelo a los investigadores y en algunas ocasiones se restringe la intromisión en sus territorios.

Muchos científicos mexicanos se autocensuran y censuran a otros, son escasos los trabajos que aborden desde la perspectiva de la Ecología Social, sin embargo, existen muchos casos que valdría la pena analizar: el fracaso de la revolución verde; el efecto del dragado y apertura de bocas artificiales al mar en lagunas costeras; el efecto de la desviación intencionada de los ríos o su almacenamiento en presas; el fracaso de la revolución azul; la desaparición de ecosistemas costeros por la construcción de marinas, campos de golf y complejos hoteleros a gran escala; la transformación del paisaje causado por megaproyectos como los parques eólicos y la minería.

En cambio, encontramos abundantes trabajos científicos donde se responsabiliza a la gente de las comunidades indígenas, campesinas o pesqueras del deterioro y posible extinción de la biodiversidad con el supuesto de que sus prácticas milenarias son depredadoras, mencionaré algunos ejemplos: la agricultura tradicional del método “roza, tumba y quema”; el uso de leña para cocinar como responsable de la perdida de los bosques; la sobreexplotación de especies marinas por parte de las cooperativas pesqueras; o como la extinción de la tan tristemente famosa vaquita marina que se relaciona a la pesca de la totoaba sin considerar grave deterioro del río Colorado ocasionado por la construcción de la presa Hoover y la sobreexplotación de dicho río en territorio norteamericano, así como el fenómeno de la delincuencia organizada.

Esta visión capitalista de protección del medioambiente y la biodiversidad, solo ha contribuido al despojo de las comunidades y ha permitido la intromisión de las empresas privadas con una serie de megaproyectos disfrazados de “verdes”, “amigables”, “sustentables” o como se les ocurra llamar; al mismo tiempo ha sido un fracaso en la conservación de la naturaleza. La hipótesis que planteo en este foro, tal como lo han denunciado el Congreso Nacional Indígena en el documento de los espejos, es que las políticas del modelo patriarcal en su fase neoliberal son las responsables directas del mayor deterioro y destrucción de los ecosistemas mexicanos y en consecuencia el mayor peligro que enfrentan los pueblos rurales e indígenas de México.

La ciencia muy otra.

La historia de conservación en México no es reciente, siempre existió una cultura de respeto a la naturaleza y que en la práctica común de los pueblos persistió en las diferentes regiones del país, a pesar de la llegada de los europeos. Como resultado de su forma de ver el mundo ciertos lugares eran sagrados no podían ser tocados, ahora le nombraríamos áreas naturales protegidas. Quedan aún resquicios de esos espacios: Xochimilco, el Molino de las Flores de Netzahualcoyotl, el bosque de Chapultepec, Oaxtepec, el Peñón, Atlixco y el Desierto de los Leones por mencionar algunos ejemplos. En época postrevolucionaria con Lázaro Cárdenas, se reconoce la trascendencia de conservar ciertos territorios por lo que se decretan como parques nacionales al amparo del artículo 27 Constitucional y del artículo 41 de la Ley Forestal: el Nevado de Toluca es uno de estos.

Vale la pena mencionar que antes del neoliberalismo un grupo de investigadores mexicanos trataron de entender las prácticas de manejo y conservación de los pueblos originarios, campesinos y pescadores; este conocimiento se empezaba a incorporar en el campo de la Ecología, se le llegó a llamar despectivamente la investigación del huarache. Pero los espacios académicos y de investigación se iban llenando por egresados de universidades extranjeras, los cuales desecharon rápidamente esta tendencia por considerarla tercermundista, ellos traían la investigación de punta y desafortunadamente una significativa cantidad de publicaciones generadas producto de esta investigación quedaron olvidadas en los estantes de las bibliotecas por no estar en revistas de “alto impacto” o de CONACYT, se les conoce como “literatura gris”. Eran tiempos del desarrollo y la revolución verde; el presupuesto nacional para la investigación local y regional fue disminuyendo, incluso llegó a desparecer, Oaxaca es un ejemplo.

Existe un conocimiento empírico heredado de los pueblos originarios en todo el país, los ejemplos son muchos y muy diversos, tanto como ecosistemas hay en este país por citar algunos: las chinampas de Xochimilco, las milpas, los huertos familiares, el sistema de rotación de tala de madera, los tiempos de veda que aplicaban los pescadores cuando las especies se reproducen, etc.

Aquellas primeras mujeres y hombres que llegaron a este continente debieron ser excelentes observadores de la naturaleza era indispensable hacerlo para vivir; ellas y ellos se encontraron con ecosistemas totalmente diferentes y desconocidos. Antes, no escribían artículos científicos pero no hacía falta, se transmitía oralmente el conocimiento y así se heredaba a la toda la comunidad.

Desafortunadamente este legado se ha ido perdiendo, los pueblos fueron sustituyendo su conocimiento por el de la ciencia patriarcal o de plano se vieron forzados a abandonar sus territorios y su cultura. Lo que pasa es que a este conocimiento no se le reconoce como ciencia pues no proviene de los espacios académicos, sin embargo está sufriendo despojo tanto por parte de los científicos de los sectores público y como privado para su mercantilización (la biopiratería).

El aprendizaje de un investigador acerca de la naturaleza no solo está en el aula y el laboratorio; sino también en lo que las mujeres y hombres “comunes”: la gente del mar, las campesinas y campesinos indígenas de este país nos enseñan; sin embargo el desprecio por la gente de abajo se extiende cada vez más en los espacios académicos. Para finalizar esta charla les contaré que durante el seminario de pensamiento crítico ante la hidra capitalista, escuché con mucho interés al subcomandante Galeano que nos narró que las compañeras zapatistas al ver que las tortillas se echaban a perder durante los tiempos que estuvieron escondidos en las montañas, probaron formas para que esto no ocurriera; después el Subcomandante Moisés sacó del bolsillo de su camisa un pequeño olote, nos dijo: que esa fue la primera cosecha de los terrenos recuperados y me pregunté: ¿Cómo le harían las compañeras zapatistas para resolver el problema de las tortillas? ¿A qué conocimientos previos recurrieron para tratar de mejorar la producción de sus cosechas? ¿Qué métodos experimentales usarían?

También recordé las pláticas sobre el trabajo del cultivo del café cuando estuve en la escuelita, me explicaron como hicieron para poder tener cosecha, me contaron que fueron experimentando distintos modos pues no contaban con experiencia en ese cultivo y que fue difícil al principio pero que poco a poco fueron aprendiendo. Era de suponer que en ese tiempo en las comunidades zapatistas no había bibliotecas y google de internet, pero si mucho empeño, persistencia e imaginación; cualidades necesarias para hacer ciencia, y además tienen un elemento adicional mucho más interesante: lo estaban haciendo en colectivo; por eso me atrevo a decir que un nuevo tipo de ciencia surgirá en las comunidades zapatistas: una muy otra.

Bueno para finalizar, quisiera decirles a las compañeras zapatistas, a las mujeres que están aquí o que me escuchan por internet: ya es hora que la ciencia tenga rostro de mujer y que mejor que fuera un rostro encapuchado ¿no creen?

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